Si tuviera que describir el Salone del Mobile de este año con una palabra, elegiría «afectuoso». No sólo por el ambiente acogedor entre los stands, sino por ese deseo compartido de acercar el diseño a las personas, de hacerlo más humano, más real, más vivo.
Colorido, irónico, humano: este fue el código estilístico con el que describimos nuestro espacio. Un entorno diseñado no sólo para ser mirado, sino para ser vivido. Asientos ligeros, materiales reciclados que cuentan historias de una segunda vida, paletas de colores capaces de encender el alma de los espacios. Y además, toques irónicos y detalles inesperados que dibujan una sonrisa, sorprenden, envuelven.
Trajimos a escena palabras como Tender, Ciop y Vully; no, no era un trabalenguas, sino un verdadero vocabulario de emociones transformadas en muebles. Cada pieza, cada rincón, cada textura pretendía sugerir una nueva forma de vivir el hogar: más cálida, más acogedora, más «Connubia».
En una época en la que las tendencias parecen perseguirse sin descanso, nuestro objetivo seguía siendo claro: dar forma a espacios que hablen a las personas, que las hagan sentir como en casa. Ya sean rincones de confort o auténticos escenarios para compartir, lo que cuenta es la intención que hay detrás del diseño.
Y el Salón, como siempre, fue también un lugar de encuentro. Un encuentro de manos, de miradas curiosas, de palabras intercambiadas en torno a una mesa, quizá la nuestra. Gracias a los que se acercaron, a los que preguntaron, escucharon, emocionaron. Juntos hemos creado algo que va más allá del diseño: un momento compartido.
Ahora que las luces se han apagado y las puertas se han cerrado, nos llevamos a casa una nueva energía. Nos vemos en el mundo real. El que está hecho de personas, relaciones y muchas ideas. Como a nosotros nos gusta.